
Guanajuato, Gto., a 21 de julio de 2025.- La discriminación de las mujeres en el mercado laboral es un hecho latente, aunque hay avances favorables; esa es la opinión del Dr. Lari Arthur Viianto, profesor-investigador del Departamento de Economía y Finanzas de la Universidad de Guanajuato (UG).
Finlandés por nacimiento, el Dr. Viianto estudió Economía en la Universidad de las Islas Baleares, en España, y realizó sus estudios de doctorado en la Universidad de Alicante. Desde hace 16 años, es parte de la UG y enfoca su investigación a temas de Microeconomía y la toma de decisiones individuales o de empresa vinculadas con la educación y el mercado laboral a partir de modelos basados en agentes. Recientemente, ha analizado las decisiones en la educación superior con respecto a la discriminación por género en el mercado laboral.
“Normalmente, la educación contribuye a colocarnos mejor en el mercado laboral. Las personas ven lo que hizo la generación anterior y la gente que las rodea, en términos de redes de interacción social, como una guía para su enfoque en la educación superior. En nuestra investigación, analizamos cómo se mueve el fenómeno o si existe una convergencia en la situación actual”, indicó.
En la mayor parte del mundo, dijo, ya se tiene una participación relativamente equitativa entre hombres y mujeres en la educación superior, aunque históricamente ha existido una brecha femenina: inicialmente, el acceso para las mujeres no existía y, cuando comenzaron a presentarse oportunidades, muchas optaron por no acceder.
En cuanto a la discriminación en el mercado laboral por razón de género, comentó que aún se observa una brecha a partir de diversos elementos en prácticamente todas las naciones. Al analizar los niveles salariales para puestos equiparables, las mujeres siguen cobrando menos que los hombres en casi cualquier país del mundo, lo cual tiene implicaciones en toda la estructura social. En México hay un buen avance: los últimos datos indican que persiste en un 15%.
La menor participación laboral de las mujeres representa otra problemática y contribuye a la desigualdad. Muchas mujeres mexicanas siguen sin entrar al mercado por dedicarse al cuidado de hijo(a)s, padres, madres, personas mayores o tareas del hogar. Usualmente, son dependientes financieramente de otra persona, por tanto, quedan sin un salario y no se les considera una persona desempleada, pues no están en busca de alguno.
Otro elemento relevante es el sistema educativo, pues la educación es clave al entrar en el mercado laboral, enfatizó. Aunque ahora se tenga el mismo número de hombres y mujeres cursando estudios universitarios, incluso más mujeres en algunos casos, una formación académica avanzada no garantiza la inserción, además de que persiste la estigmatización de ciertas profesiones según los roles de género, como una mayoría de varones en las ingenierías o, dentro de las ciencias, una predilección femenina por disciplinas relacionadas con la protección y el cuidado de la vida.
Incluso con un alto nivel de estudios profesionales y una sólida trayectoria dentro de una empresa, cuando surgen oportunidades de ascenso para mujeres, suele observarse una ‘autodiscriminación’ debido al ‘techo de cristal’, pues la mayoría decide rechazarlo por la presión y el estrés que implica un puesto superior, aunado a las responsabilidades de la vida familiar.
Uno de los elementos que influye considerablemente en los procesos de contratación es la discriminación hacia mujeres jóvenes que todavía no tienen hijo(a)s, por la posibilidad de que queden embarazadas. La tendencia es favorecer a hombres o mujeres que ya experimentaron la maternidad. Esa barrera es bastante alarmante si se considera la cantidad de jóvenes egresadas en búsqueda de una primera oportunidad de empleo profesional.
En sociedades desarrolladas, las mujeres han retrasado bastante la edad para procrear y eso tiene consecuencias en el sistema de salud, pues incrementan los embarazos de alto riesgo después de los cuarenta años, aunque los avances médicos procuren atenderlo. Si bien es un derecho elegir cuándo tener una familia, las presiones del mercado laboral influyen en la construcción social y alteran las relaciones familiares, de pareja y el funcionamiento de la sociedad en su conjunto, explicó el experto.
Otra dinámica común es el sesgo de género para compartir informalmente ofertas de puestos escasos o realizar recomendaciones para vacantes: primero se contacta a conocidos hombres y, en caso de no hallar candidatos, se considera enviar la información a una mujer, razón por la que podría ser comprensible una tasa de desempleo más alta para las mujeres, así como el que sus periodos de búsqueda sean más prolongados.
¿Qué hacer? El profesor señala que el panorama es complejo; sin embargo, se debe continuar fortaleciendo los desarrollos legales en busca de la equiparación entre hombres y mujeres; por ejemplo, que el permiso de paternidad, como ya ocurre en algunos países, sea más que un derecho, una obligación aplicable tanto a hombres como a mujeres.
En la actualidad, los mensajes transmitidos en redes sociales tienen gran impacto, pero la influencia más importante sigue siendo la familia, las amistades y la gente cercana con la que existe un vínculo emocional, considera el investigador.
“Como sociedad, debe atenderse la normalización de las tareas compartidas dentro del hogar; que no siempre cocine el mismo, no siempre limpie la misma persona. Si se crece viendo que los padres comparten de manera efectiva, la percepción será distinta. En ese mismo proceso, a las niñas podría enseñárseles a cambiar una bujía, cómo funciona un coche; a los niños, cómo se lava la ropa y cómo se cocina; tratar a las y los hijos sin distinciones en juegos y con conciencia, también en las aulas, con actividades de participación igualitaria. No es sencillo en absoluto; no hay una respuesta clara, pero sí podemos ver lo que está ocurriendo en lugares con mayores niveles de igualdad. La dinámica está mejorando, mas queda mucho camino por recorrer”, concluyó.